acción
Podemos distinguir al hombre de los animales por la conciencia,
por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre mismo se
diferencia de los animales a partir del momento en que comienza
a producir sus medios de vida, paso éste que se halla condicionado
por su organización corporal. Al producir sus medios de vida, el
hombre produce indirectamente su propia vida material.
El trabajo no sólo es visto como un instrumento que posibilita
transformar a la naturaleza y a la sociedad, sino que es elevado al rango
de categoría filosófica que permite definir la naturaleza humana. El
hombre, para estos filósofos, es esencialmente un ser que trabaja, y dicha
actividad es precisamente aquello que lo humaniza y distingue de los
animales, toda vez que a partir del trabajo éste produce su propia vida
material, y desde la misma, comienza a edificar sus propias formas de
organización social. De ahí la famosa tesis marxista que les sirve de punto
de referencia para distinguir la filosofía materialista
marxista de la filosofía idealista de Hegel: no es la
conciencia la que determina al ser social, sino que
es el ser social el que determina la conciencia. Y este
“ser social”, para Marx, tiene que ver con los modos
como los hombres producen su vida material y/o
“sus condiciones materiales de existencia” en las
diferentes formaciones sociales (esclavista, feudal,
capitalista, comunista).
En el caso de Fernando Savater, la acción
humana es el principio fundamental del que habrá
de arrancar toda reflexión ética que se precie como
tal, ya que para él, el ser humano consiste en estar
haciéndose, es decir, en esa lucha que pretende
vencer la resistencia que le ofrecen las cosas. En
esta situación, según Savater, las cosas se resisten
a cambiar la identidad fija que poseen antes de ser
cosas u objetos para un sujeto cognoscente.
Al partir de esta relación activa del hombre
con las cosas, este filósofo define al hombre como
“existencia dinámica”. Para aclarar el significado de
dicho concepto, expresa lo siguiente:
El hombre se asienta, paradójicamente, en lo dinámico
y reconoce su necesidad más propia, nueva paradoja, en lo
posible. Ante tal desosiego fundamental, alguien podría preguntarse:
“¿Y por qué el hombre no deja en paz a las cosas sino que combatecontra ellas hasta deshacer su resistencia?” Respuesta: el hombre
no puede dejar de enfrentarse a las cosas, porque asíprueba que él no es
cosa alguna. No puede haber complicidad entre lo que la cosa tiene
de cosa —su identidad— y el hombre, que es dinamismo —esto es,
diferencia consigo mismo—, salvo en tanto que la cosa termina por
ser deshecha y rehecha: o sea, en tanto que su identidad expresa la
no-identidad subjetiva del hombre y sólo en tanto la expresa. También
podría decirse esto mismo afirmando que el hombre no pertenece
a otra naturaleza que su propio artificio.80
El hombre es pues, bajo esta concepción de la existencia dinámica,
lo opuesto a las cosas, es decir, algo que no tiene una identidad fija, ni
que tampoco se define a partir de sus productos, porque si así fuera, terminaría
siendo él mismo una cosa con una identidad fija, reificada. Antes
bien, el hombre se define como algo que está por hacerse y rehacerse, se
concibe como posibilidad y como artificio en permanente construcción.
Desde esta perspectiva: “Ninguna identidad le basta al yo, porque ama más
su posibilidad que sus productos: toda obra es insuficiente... porque en ella
lo posible, la dynamis, la libertad... son de lo que está hecho el aire que
respira nuestra subjetividad, cuyo principio es acción”. Para todos lo filósofos mencionados, como podemos observar, el
hombre, cada hombre en particular, es lo que hace y se hace en su actividad.
Viene siendo, finalmente, una síntesis de sus múltiples objetivaciones,
es decir, el producto de sus creaciones, pero no se agota en ellas, puesto
que su auténtica condición humana es la existencia dinámica, esto es, el
eterno retorno que consiste en hacerse y re-hacerse permanentemente.
Persona
Cabe reconocer que el concepto de persona no ha recibido la misma atención por parte de los filósofos morales o éticos hispanos de los que nos hemos venido ocupando, sin embargo, filósofos como Boecio, Kant, Mounier, Fernando Savater y Carlos Díaz, se han ocupado de este tema con referencias directas, en algunos casos, y en otros indirectas, al ámbito de la ética. Boecio, quien vivió en el siglo vi, definió a la persona como una “sustancia individual de naturaleza racional”.84 Desde Aristóteles, la sustancia se viene definiendo como algo que es en sí y no en otro, de lo cual inferimos que la persona en tanto sustancia es sustento de sí misma, de todos y de cada uno de sus actos. Como sustancia individual, se admite que la persona no se puede dividir, sino que al ser uno, es indivisible. Como ser racional, la persona es libre y consciente de sus actos. En este sentido, si la persona es libre, ello se debe a que es precisamente racional. Para Emmanuel Kant, el concepto de persona aparece fuertemente asociado al de respeto, ya que éste se da en dos sentidos: como respeto a la ley, y como respeto a la persona. En el caso del primero, consiste en una subordinación de la voluntad, la cual tiene conciencia de que debe acatar la ley, mientras que en el segundo caso, respeto significa tener conciencia de que los demás seres humanos son personas y que, por esta razón no debemos emplearlos como medios sino verlos como fines en sí mismos. Aquí es donde se plantea la visión ética que Kant tiene de la persona, para quien:
El hombre existe como fin en sí mismo y no sólo como medio para cualesquiera usos de ésta o aquella voluntad. Los seres racionales se llaman personas, porque su naturaleza los distingue como fines en sí mismos, o sea, como algo que no puede ser usado meramente como medio... [Por eso la norma de conducta humana es] Trata a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro siempre al mismo tiempo como un fin, y nunca solamente como un medio. De acuerdo con Kant, las personas somos fines en sí mismos, no medios o instrumentos para ningún otro fin, por eso bajo esta concepción ética, no vale el lema: “el fin justifica los medios”.
Un filósofo más reciente, Emmanuel Mounier, creador de la corriente mejor conocida como Personalismo, define a la persona a partir de cuatro elementos.
1. Salir de sí: esto es, descentrarse, estar disponible, en una palabra, apertura.
2. Comprender: esto es, abandonar el propio punto de vista para acoger el del otro.
3. Asumir: como tomar sobre sí, hacerme cargo.
4. Dar: como expresión de gratuidad y generosidad.
5. Fidelidad: en el amor, en la amistad, como expresión de consecuencia y no de obsecuencia.
Bajo este enfoque, la persona se define en función de la posesión o no de ciertas disposiciones cognitivas y afectivas, tales como la tolerancia, empatia, cuidado del otro, generosidad y lealtad. La persona, de ser una sustancia individual, pasa a ser una “sustancia relacionar’, como le llama Carlos Díaz, cuyo personalismo se desarrolla a partir de las relaciones de la persona con los demás. Según este último filósofo, ... la persona ejercita la libre afirmación de su ser con las demás personas, socialidad dialogante, su diálogo es duálogo, y su existencia (o Asistencia: su procedencia de otros) no es egocéntrica, sino-comunicada, excéntrica, en la medida en que comparte su centro con otros centros, está m/etcomunicada.. .87 La persona, desde el personalismo comunitario de Díaz, es sustancia relacional; es realidad en sí, tal realidad en sí es de naturaleza relacional-intercomunicada. La persona es siempre en el marco de unas relaciones posibles entre un yo-y-tú y un tú-y-nosotros.
Muy cercana a esta concepción, y a la del propio Kant, aunque no dentro de los linderos del personalismo, se plantea la postura ética de Fernando Savater en torno a la persona. En su definición ética de la persona, este autor parte del principio que consiste en reconocer al hombre como no-cosa. Para ello propone la célebre frase: “Tratar a las personas no como cosas, sino como personas”.88 Lo que significa que para ser reconocido y reafirmado como sujeto con potencialidades propias, el hombre necesita aprender a ver a la persona no como medio sino como fin en sí mismo, es decir, tratar a la personas no como cosas, sino como lo que son: personas con una libertad inalienable. No cabe duda de que la reflexión ética que hace de la persona no un medio sino un fin, constituye uno de los principios éticos fundamentales que hacen del hombre un ser constitutivamente moral, pues sin existir el reconocimiento explícito de la persona como sujeto con potencialidades propias, entendida ésta como realidad de los posible, la propia ética no sería posible, ya que para ello se requiere de un sujeto con posibilidades del ejercicio de la libertad, no de un ser cosificado e instrumentalizado.
Cabe reconocer que el concepto de persona no ha recibido la misma atención por parte de los filósofos morales o éticos hispanos de los que nos hemos venido ocupando, sin embargo, filósofos como Boecio, Kant, Mounier, Fernando Savater y Carlos Díaz, se han ocupado de este tema con referencias directas, en algunos casos, y en otros indirectas, al ámbito de la ética. Boecio, quien vivió en el siglo vi, definió a la persona como una “sustancia individual de naturaleza racional”.84 Desde Aristóteles, la sustancia se viene definiendo como algo que es en sí y no en otro, de lo cual inferimos que la persona en tanto sustancia es sustento de sí misma, de todos y de cada uno de sus actos. Como sustancia individual, se admite que la persona no se puede dividir, sino que al ser uno, es indivisible. Como ser racional, la persona es libre y consciente de sus actos. En este sentido, si la persona es libre, ello se debe a que es precisamente racional. Para Emmanuel Kant, el concepto de persona aparece fuertemente asociado al de respeto, ya que éste se da en dos sentidos: como respeto a la ley, y como respeto a la persona. En el caso del primero, consiste en una subordinación de la voluntad, la cual tiene conciencia de que debe acatar la ley, mientras que en el segundo caso, respeto significa tener conciencia de que los demás seres humanos son personas y que, por esta razón no debemos emplearlos como medios sino verlos como fines en sí mismos. Aquí es donde se plantea la visión ética que Kant tiene de la persona, para quien:
El hombre existe como fin en sí mismo y no sólo como medio para cualesquiera usos de ésta o aquella voluntad. Los seres racionales se llaman personas, porque su naturaleza los distingue como fines en sí mismos, o sea, como algo que no puede ser usado meramente como medio... [Por eso la norma de conducta humana es] Trata a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro siempre al mismo tiempo como un fin, y nunca solamente como un medio. De acuerdo con Kant, las personas somos fines en sí mismos, no medios o instrumentos para ningún otro fin, por eso bajo esta concepción ética, no vale el lema: “el fin justifica los medios”.
Un filósofo más reciente, Emmanuel Mounier, creador de la corriente mejor conocida como Personalismo, define a la persona a partir de cuatro elementos.
1. Salir de sí: esto es, descentrarse, estar disponible, en una palabra, apertura.
2. Comprender: esto es, abandonar el propio punto de vista para acoger el del otro.
3. Asumir: como tomar sobre sí, hacerme cargo.
4. Dar: como expresión de gratuidad y generosidad.
5. Fidelidad: en el amor, en la amistad, como expresión de consecuencia y no de obsecuencia.
Bajo este enfoque, la persona se define en función de la posesión o no de ciertas disposiciones cognitivas y afectivas, tales como la tolerancia, empatia, cuidado del otro, generosidad y lealtad. La persona, de ser una sustancia individual, pasa a ser una “sustancia relacionar’, como le llama Carlos Díaz, cuyo personalismo se desarrolla a partir de las relaciones de la persona con los demás. Según este último filósofo, ... la persona ejercita la libre afirmación de su ser con las demás personas, socialidad dialogante, su diálogo es duálogo, y su existencia (o Asistencia: su procedencia de otros) no es egocéntrica, sino-comunicada, excéntrica, en la medida en que comparte su centro con otros centros, está m/etcomunicada.. .87 La persona, desde el personalismo comunitario de Díaz, es sustancia relacional; es realidad en sí, tal realidad en sí es de naturaleza relacional-intercomunicada. La persona es siempre en el marco de unas relaciones posibles entre un yo-y-tú y un tú-y-nosotros.
Muy cercana a esta concepción, y a la del propio Kant, aunque no dentro de los linderos del personalismo, se plantea la postura ética de Fernando Savater en torno a la persona. En su definición ética de la persona, este autor parte del principio que consiste en reconocer al hombre como no-cosa. Para ello propone la célebre frase: “Tratar a las personas no como cosas, sino como personas”.88 Lo que significa que para ser reconocido y reafirmado como sujeto con potencialidades propias, el hombre necesita aprender a ver a la persona no como medio sino como fin en sí mismo, es decir, tratar a la personas no como cosas, sino como lo que son: personas con una libertad inalienable. No cabe duda de que la reflexión ética que hace de la persona no un medio sino un fin, constituye uno de los principios éticos fundamentales que hacen del hombre un ser constitutivamente moral, pues sin existir el reconocimiento explícito de la persona como sujeto con potencialidades propias, entendida ésta como realidad de los posible, la propia ética no sería posible, ya que para ello se requiere de un sujeto con posibilidades del ejercicio de la libertad, no de un ser cosificado e instrumentalizado.
Posibilidad
Como sostuvimos líneas arriba, el hombre es acción, es posibilidad de
llegar a ser todavía lo que no es. Es algo que está sujeto a la dialéctica
que consiste en hacerse y re-hacerse, esto es, en inventarse a sí mismo.
A diferencia de los animales, que no pueden ofrecer mas que respuestas
mecánicas e instintivas ante las influencias del medio ambiente,
el hombre es un ser con posibilidades de optar por varios cursos de
acción cuando se le presenta una situación en donde entra en juego su
capacidad de decisión. En tal sentido, la posibilidad es en sí misma un
rasgo constitutivamente moral del hombre, en tanto que con su ejercicio
trasciende su prprimaria y consustancialmente, es una entidad en proceso de construcción,
es un ser que no está clausurado en su misma especie, en su ser
individual, como especie animal; sino que es un ser móvñ, es un ser
ambiguo, es un ser inestable e inacabado, pero que en esa movilidad y
ambigüedad y en esa inestabilidad, paradójicamente, está su grandeza, y
su poder. “Esa característica de poder construirse ‘idealmente’ es algo
que descubrimos en los textos primeros de la cultura clásica: la de ver
al hombre como posibilidadopia animalidad.
primaria y consustancialmente, es una entidad en proceso de construcción,
es un ser que no está clausurado en su misma especie, en su ser
individual, como especie animal; sino que es un ser móvñ, es un ser
ambiguo, es un ser inestable e inacabado, pero que en esa movilidad y
ambigüedad y en esa inestabilidad, paradójicamente, está su grandeza, y
su poder. “Esa característica de poder construirse ‘idealmente’ es algo
que descubrimos en los textos primeros de la cultura clásica: la de ver
al hombre como posibilidad”. Bajo estas consideraciones, el hombre es un ser de posibilidades,
puesto que no se encuentra hecho, consumado,
paralizado, sino que se mueve, precisamente porque es “construible”,
en un universo impreciso lleno de posibilidades.
Este concepto de posibilidad se halla muy ligado con
otro concepto muy importante en todas las culturas, que es
la idea de elecáón. Esto es así, porque el hombre se encuentra
ante la posibilidad, ya que puede realizarla. Y la realización
de esa posibilidad es la elección. Como dice Emilio Lledó:
Podemos elegir porque podemos ver el mundo, podemos
entenderlo, interpretarlo, captarlo, rechazarlo, asimilarlo; y
al mismo tiempo podemos, en función de estas perspectivas,
elegirlo. Y al elegirlo, nos elegimos a nosotros mismos,
elegimos nuestra vida, proyectamos nuestra vida, creamos
nuestra vida
El hombre, al asumirse como un ser de posibilidades,
trasciende su propia animalidad, opta por diferentes cursos
de acción a través del acto de la elección. Al elegir, se elige
a sí mismo, ya que asume su propia libertad, como ejercicio
libre y consciente de que está decidiendo por voluntad propia.
Por tal razón, la posibilidad y la elección son dos rasgos
constitutivos del carácter moral del hombre. Son pues, dos
factores configuradores del ser del hombre, un ser que es en la medida
en que se hace a sí mismo, eligiéndose.
Aunque habrá que reconocer que las posibilidades reales en las que
nos desenvolvemos y de las que nos vamos apropiando son al mismo
tiempo oferta y limitaciones para nuestra libertad. Oferta, en cuanto
podemos apropiarnos de unas y descartar otras, pero también limitación,
puesto que esas posibilidades no son absolutas ni nosotros elegimos
cuántas y cuáles nos va a presentar la vida.
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