EL HOMBRE COMO SUJETO DEL DESEO
Dentro de las estructuras éticas y ontológicas del ser del hombre se encuentra
principalmente el deseo, elemento constitutivo que nos hace seres
humanos. Pero éste adquiere diferentes significados según las distintas
perspectivas teóricas desde las cuales se le aborda.
Etimológica mente, el término deriva del latín desidium, que significa
deseo erótico. En el idioma español, deseo viene de desidia (indolencia
y pereza). Según Berceo, para Plauto es “libertinaje” y para Cicerón
“avidez”, por lo que en este sentido asume el significado de “voluptuosidad”,
incentivo de la lujuria.
Desde el sentido común, el deseo tiende a ser identificado con el
deseo sexual. En esta misma línea de interpretación, pero desde un enfoque
científico, la concepción freudiana asocia al deseo con la libido, es
decir, con el impulso sexual reprimido en el individuo, no susceptible de
realización, precisamente por razones sociales, axiológicas y culturales.
Se trata del deseo sexual sublimado.
Esta concepción libidinal del deseo resulta ser insuficiente para dar
una explicación de la rica complejidad del fenómeno, toda vez que éste,
como manifestación de la acción humana que es, no se reduce sólo a
deseo sexual, pues el hombre es sujeto del deseo de muchas cosas más.
Sin embargo, en el propio Freud hay una distinción sutil pero decisiva
y fundamental entre libido y eros: no son equivalentes. Y sólo si
se concibe como Eros, como pulsión de vida, y de ahí como fuerza
de unión y creación, puede ser el deseo verdadero origen o fuente
vital de la valoración y de la creación de valores. Esta concepción del deseo identificado con el eros, es decir, con el
amor entendido como impulso de vida, y a su vez como fuente originaria
de la valoración y de la creación de los valores, aparece muy cercana a una
significación ética del deseo, ya que, en esta perspectiva, es visto como el
fundamento que hace posible a la eticidad, esto es, las posibilidades que
tiene el hombre de elegir libremente y de elegirse, por tanto, a sí mismo.
Bajo esta concepción ético-ontológica, el deseo se concibe como ser relativamente a las posibilidades que
se tienen de actuar, las cuales se cifran
en el desear.
En este sentido, se dice que el
hombre es un ser con relación a sus
posibilidades, esto es, se define como
naturaleza posible; en pocas palabras,
como deseo de llegar a ser plenamente
libre, y con ello, más humano. En cuanto
sujeto del deseo, el hombre
... es naturaleza ambigua, abierta,
susceptible de devenir y autotransformarse.
Naturaleza esencialmente
histórica, esencialmente
ética (y axiológica, en general);
naturaleza libre, en suma... El
hombre es posibilidad y la posibilidad
es deseo. Originariamente
está en el hombre la condición deseante. El hombre mismo, cabe
decir, es deseo y, en este sentido originario, deseo “de todo”...91
Para Juliana González, se trata de un deseo radical, no de cualquier
deseo, sino de aquél gracias al cual hombre expresa su anhelado deseo
de ser, es decir, deseo originario de realización de la propia condición
humana, que consiste en la búsqueda de desarrollo de las potencialidades
del ser humano.
Esta misma concepción ética sobre el deseo ha sido desarrollada
por Fernando Savater, para quien, en el origen de la acción humana está
siempre mediando el deseo humano de querer ser más, humanamente
hablando, es decir, deseo de autotrascendencia, como condición humana
irrenunciable. Por ello este autor concluye que: “El hombre activo es
el hombre que quiere, que desea: el sujeto que afirma la acción como
principio es fundamentalmente deseante”. El deseo es, pues, un impulso
de vida ético, para llegar a ser, precisamente el hombre, más humano.
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