martes, 27 de noviembre de 2018

EL HOMBRE COMO SUJETO DEL DESEO

EL HOMBRE COMO SUJETO DEL DESEO


Dentro de las estructuras éticas y ontológicas del ser del hombre se encuentra principalmente el deseo, elemento constitutivo que nos hace seres humanos. Pero éste adquiere diferentes significados según las distintas perspectivas teóricas desde las cuales se le aborda. Etimológica mente, el término deriva del latín desidium, que significa deseo erótico. En el idioma español, deseo viene de desidia (indolencia y pereza). Según Berceo, para Plauto es “libertinaje” y para Cicerón “avidez”, por lo que en este sentido asume el significado de “voluptuosidad”, incentivo de la lujuria. Desde el sentido común, el deseo tiende a ser identificado con el deseo sexual. En esta misma línea de interpretación, pero desde un enfoque científico, la concepción freudiana asocia al deseo con la libido, es decir, con el impulso sexual reprimido en el individuo, no susceptible de realización, precisamente por razones sociales, axiológicas y culturales. Se trata del deseo sexual sublimado. Esta concepción libidinal del deseo resulta ser insuficiente para dar una explicación de la rica complejidad del fenómeno, toda vez que éste, como manifestación de la acción humana que es, no se reduce sólo a deseo sexual, pues el hombre es sujeto del deseo de muchas cosas más. Sin embargo, en el propio Freud hay una distinción sutil pero decisiva y fundamental entre libido y eros: no son equivalentes. Y sólo si se concibe como Eros, como pulsión de vida, y de ahí como fuerza de unión y creación, puede ser el deseo verdadero origen o fuente vital de la valoración y de la creación de valores. Esta concepción del deseo identificado con el eros, es decir, con el amor entendido como impulso de vida, y a su vez como fuente originaria de la valoración y de la creación de los valores, aparece muy cercana a una significación ética del deseo, ya que, en esta perspectiva, es visto como el fundamento que hace posible a la eticidad, esto es, las posibilidades que tiene el hombre de elegir libremente y de elegirse, por tanto, a sí mismo. Bajo esta concepción ético-ontológica, el deseo se concibe como ser relativamente a las posibilidades que se tienen de actuar, las cuales se cifran en el desear.



En este sentido, se dice que el hombre es un ser con relación a sus posibilidades, esto es, se define como naturaleza posible; en pocas palabras, como deseo de llegar a ser plenamente libre, y con ello, más humano. En cuanto sujeto del deseo, el hombre ... es naturaleza ambigua, abierta, susceptible de devenir y autotransformarse. Naturaleza esencialmente histórica, esencialmente ética (y axiológica, en general); naturaleza libre, en suma... El hombre es posibilidad y la posibilidad es deseo. Originariamente está en el hombre la condición deseante. El hombre mismo, cabe decir, es deseo y, en este sentido originario, deseo “de todo”...91 Para Juliana González, se trata de un deseo radical, no de cualquier deseo, sino de aquél gracias al cual hombre expresa su anhelado deseo de ser, es decir, deseo originario de realización de la propia condición humana, que consiste en la búsqueda de desarrollo de las potencialidades del ser humano. Esta misma concepción ética sobre el deseo ha sido desarrollada por Fernando Savater, para quien, en el origen de la acción humana está siempre mediando el deseo humano de querer ser más, humanamente hablando, es decir, deseo de autotrascendencia, como condición humana irrenunciable. Por ello este autor concluye que: “El hombre activo es el hombre que quiere, que desea: el sujeto que afirma la acción como principio es fundamentalmente deseante”. El deseo es, pues, un impulso de vida ético, para llegar a ser, precisamente el hombre, más humano.


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