MORAL COMO ESTRUCTURA Y MORAL COMO CONTENIDO
El hombre posee una estructura moral, que consiste precisamente
en esa facultad para ser libre, es decir, para preferir y
optar ante las diferentes situaciones que se le plantean en el
curso de la vida. Sin embargo, una cosa es la estructura moral
del hombre y otra cosa es la moral como estructura y la moral
como contenido.
Para José Luis Aranguren, existen dos dimensiones
nítidamente diferenciadas, en las que el ser humano realiza
los actos de justificación de sus acciones: justificación como
ajustamiento y justificación como justiáa. La primera de ellas recibe
el nombre de moral como estructura y la segunda, moral
como contenido.
La moral como estructura, significa que todo acto humano,
verdaderamente justificado, tiene que ser justo, es decir,
ajustado a la realidad; por lo que aquí la justificación se entiende
como ajustamiento del ser humano, entendido éste como
organismo determinado biológicamente, pero que responde
de forma inteligente ante la realidad.
En la moral como contenido, se concibe a la justificación como
justicia. Consiste en que el acto se ajuste no ya a la situación, a la realidad,
es decir, al estímulo del medio ambiente, sino a la norma ética, al fin último,
a la ley o conciencia moral. Justo en esta dimensión, ya no significa
ajustado, sino honesto; justicia debe tomarse aquí como sinónimo de
honestidad. En este sentido, la justificación como justicia es la que más
interesa desde el punto de vista moral, ya que en este plano las acciones
pueden ser justas o injustas, morales e inmorales, y hasta si se quiere,
amorales. Parafraseando en esto a José Luis Aranguren, podemos decir
que mientras la moral como estructura es algo que recibimos como parte
de nuestra naturaleza animal, la moral como contenido somos nosotros
quienes nos la apropiamos, siendo esto último posible a partir del uso
de nuestra auténtica libertad.
Precisamente, puesto que al hombre no le es dado por naturaleza
el ajustamiento a la realidad, sino que tiene que hacerlo por sí mismo,
cobra sentido que lo haga no arbitraria ni subjetivamente, sino conforme
a un determinado sistema de normas o preferencias, esto es, conforme
a una moral como contenido, que resulta ser la forma más elevada en el
plano del perfeccionamiento moral.
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