ASPECTOS CONSTITUTIVOS DE LA PERSONALIDAD MORAL
Ethos, carácter y personalidad moral
La vida humana es por naturaleza moral, en tanto el hombre está irremediablemente
emplazado a conducirla por sí mismo. La moral, en este
sentido primario, consistirá en cómo la conduzca, de acuerdo con las
posibilidades que él mismo haya preferido.
La moral consiste, por tanto, no sólo en ir haciendo mi propia vida,
sino en cómo de hecho la he construido, a partir de la incorporación
de las posibilidades ya realizadas. En este sentido, la moral resulta ser
algofísicamente real, o como decía Aristóteles, una segunda naturaleza. La
apropiación real de estas posibilidades, buenas o malas, es lo que va
conformando mi doble naturaleza, es decir, mi doble personalidad.
Al apropiarme de mis posibilidades me autodefino, defino mi personalidad,
esto es, lo que de hecho soy. Sobre mi realidad por naturaleza se
va conformando mi “segunda naturaleza”, que consiste en la apropiación
de mis propias posibilidades. Por ello, al realizar cada uno de mis actos,
voy realizando en mí mismo, mi propio
ethos, carácter o personalidad moral, lo que de
hecho soy, moralmente hablando.
El carácter, éticamente considerado,
configura la verdadera personalidad moral.
¿Qué significa tener una verdadera
personalidad moral? Quiere decir que
nuestro carácter y/o modo de ser se va
definiendo a través de cada uno de nuestros
actos. De este modo, la personalidad
moral incorpora todos aquellos actos que
vamos bordando en nuestro trayecto de
vida, es decir, lo que de suyo va quedando
a medida que la vida pasa: hábitos, costumbres, virtudes, vicios, valores,
etc.; todo ello es lo que da forma a nuestro propio ethos, nuestro carácter
y singular modo de ser.
En este proceso de autoformación de la personalidad moral, somos
agentes, autores y actores de nuestras acciones. Agentes, en cuanto los
actos emergen de nuestra naturaleza; autores, en cuanto son libres, y por ello dependen, no de aquella, sino de nuestra voluntad; actores, en
cuanto definimos nuestra propia morada moral.
Temperamento y carácter
Como señala Erich Fromm, las diferencias entre las cualidades heredadas
y las adquiridas es, en general, sinónimo de la diferencia entre
temperamento, dotes y todas las cualidades físicas constitucionales, por
una parte, y el carácter, por la otra. Mientras que las diferencias en el
temperamento no tienen carácter ético, las diferencias en el carácter
constituyen el verdadero problema de la ética; ellas son la expresión del
grado en que un individuo ha tenido éxito en el arte de vivir.
Esta distinción resulta fundamental para entender a su vez las
marcadas diferencias entre dos conceptos que a menudo se tienden a
confundir: temperamento y carácter. El primero, se puede decir, tiene un
matiz de corte genético, constituyendo por ello un conjunto de cualidades
y heredadas por el individuo, debido a su constitución psicobiológica,
en tanto que el carácter tiene más bien un significado ético: es lo que el
hombre se va haciendo como ser consciente y libre.
El temperamento se refiere al modo de reacción y es algo constitucional
e inmodificable en el individuo, mientras que el carácter se forma
esencialmente por las experiencias de la persona, especialmente, en su
infancia y es modificable hasta cierto punto por el conocimiento de uno
mismo y por nuevas experiencias.
Si una persona, por ejemplo, posee un temperamento colérico e
irascible, su modo de reacción es “rápido y fuerte”. Pero aquello ante
lo cual reacciona rápida y violentamente, depende de su carácter. El
temperamento es inmodificable, en tanto que el carácter recupera las
experiencias de la persona, por lo que es modificable.
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