miércoles, 28 de noviembre de 2018

ASPECTOS CONSTITUTIVOS DE LA PERSONALIDAD MORAL

ASPECTOS CONSTITUTIVOS DE LA PERSONALIDAD MORAL


 Ethos, carácter y personalidad moral


La vida humana es por naturaleza moral, en tanto el hombre está irremediablemente emplazado a conducirla por sí mismo. La moral, en este sentido primario, consistirá en cómo la conduzca, de acuerdo con las posibilidades que él mismo haya preferido.

La moral consiste, por tanto, no sólo en ir haciendo mi propia vida, sino en cómo de hecho la he construido, a partir de la incorporación de las posibilidades ya realizadas. En este sentido, la moral resulta ser algofísicamente real, o como decía Aristóteles, una segunda naturaleza. La apropiación real de estas posibilidades, buenas o malas, es lo que va conformando mi doble naturaleza, es decir, mi doble personalidad.

Al apropiarme de mis posibilidades me autodefino, defino mi personalidad, esto es, lo que de hecho soy. Sobre mi realidad por naturaleza se va conformando mi “segunda naturaleza”, que consiste en la apropiación de mis propias posibilidades. Por ello, al realizar cada uno de mis actos, voy realizando en mí mismo, mi propio ethos, carácter o personalidad moral, lo que de hecho soy, moralmente hablando.

El carácter, éticamente considerado, configura la verdadera personalidad moral. ¿Qué significa tener una verdadera personalidad moral? Quiere decir que nuestro carácter y/o modo de ser se va definiendo a través de cada uno de nuestros actos. De este modo, la personalidad moral incorpora todos aquellos actos que vamos bordando en nuestro trayecto de vida, es decir, lo que de suyo va quedando a medida que la vida pasa: hábitos, costumbres, virtudes, vicios, valores, etc.; todo ello es lo que da forma a nuestro propio ethos, nuestro carácter y singular modo de ser.

En este proceso de autoformación de la personalidad moral, somos agentes, autores y actores de nuestras acciones. Agentes, en cuanto los actos emergen de nuestra naturaleza; autores, en cuanto son libres, y por ello dependen, no de aquella, sino de nuestra voluntad; actores, en cuanto definimos nuestra propia morada moral.


Temperamento y carácter 

Como señala Erich Fromm, las diferencias entre las cualidades heredadas y las adquiridas es, en general, sinónimo de la diferencia entre temperamento, dotes y todas las cualidades físicas constitucionales, por una parte, y el carácter, por la otra. Mientras que las diferencias en el temperamento no tienen carácter ético, las diferencias en el carácter constituyen el verdadero problema de la ética; ellas son la expresión del grado en que un individuo ha tenido éxito en el arte de vivir.

Esta distinción resulta fundamental para entender a su vez las marcadas diferencias entre dos conceptos que a menudo se tienden a confundir: temperamento y carácter. El primero, se puede decir, tiene un matiz de corte genético, constituyendo por ello un conjunto de cualidades y heredadas por el individuo, debido a su constitución psicobiológica, en tanto que el carácter tiene más bien un significado ético: es lo que el hombre se va haciendo como ser consciente y libre. El temperamento se refiere al modo de reacción y es algo constitucional e inmodificable en el individuo, mientras que el carácter se forma esencialmente por las experiencias de la persona, especialmente, en su infancia y es modificable hasta cierto punto por el conocimiento de uno mismo y por nuevas experiencias.

Si una persona, por ejemplo, posee un temperamento colérico e irascible, su modo de reacción es “rápido y fuerte”. Pero aquello ante lo cual reacciona rápida y violentamente, depende de su carácter. El temperamento es inmodificable, en tanto que el carácter recupera las experiencias de la persona, por lo que es modificable.


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