miércoles, 28 de noviembre de 2018

DEL ENAMORAMIENTO AL AMOR

 DEL ENAMORAMIENTO AL AMOR 

El enamoramiento es una manifestación del amor pero no se confunde con él. Se trata de un proceso afectivo-sentimental, originalmente entre un hombre y una mujer que surge como un destello que parece indicar que esa persona es alguien trascendental en nuestra vida. Pero ello no es todavía el amor, sino una de sus apariciones nacientes.

El proceso de enamoramiento presenta varias características. Una de ellas es que es algo que sucede, es decir, tiene que ver más con el corazón que con la voluntad. Enamorarse, en este sentido, “no es una decisión ni una elección, sino un proceso, algo que acontece, a veces incluso en contra de la propia voluntad”.135 No decimos: “me voy a enamorar de él o de ella”, sino que el enamoramiento surge como una cuestión del corazón más que de la voluntad o de la inteligencia; aunque no significa que estos elementos no tengan un papel en este proceso, pero es siempre secundario.

Una segunda característica es que en el enamoramiento se atrae a la persona del hombre o de la mujer, no sólo por el aspecto sexual, sino en su globalidad, es decir, por su personalidad, risa, inteligencia, ternura, carácter, mirada, sonrisa, etc. El hombre se enamora por los rasgos propios de la feminidad de la mujer, y ésta de la persona del hombre en su masculinidad.

Una tercera característica, indica que el enamoramiento no se reduce a mera atracción. Implica que, poco a poco, la persona del otro comienza a resultar esencial en mí vida. Gradualmente el sujeto amoroso empieza a darse cuenta que deja de ser uno, par ser con el otro (u otra). De esta forma:

Comienza a surgir un nuevo núcleo de vida que antes no existía... Un mundo por el momento exclusivamente privado al que sólo tienen acceso los enamorados pero que va creciendo de forma absorbente y expansiva... El amor adquiere así su carácter central, decisivo y arrebatador; su fuerza terrible y hermosa, casi divina, que modela la realidad y decide el destino de los hombres porque, a partir de ese momento, la vida sólo tiene sentido en presencia y junto a la persona amada.

Se pasa así del enamoramiento al amor, esto es, del estado naciente del amor, al cultivo auténtico de esta actitud consistente en recibir y dar reciprocamente, a partir de la cual la vida sólo cobra sentido en presencia y junto al otro. 

Como acto que refleja uno de los rasgos más importantes de la condición humana, el enamoramiento no siempre es lineal ni completo, por lo que, en vez de tal enamoramiento, lo que encontramos son amores no correspondidos, amores abandonados, traiciones, olvidos, infidelidades, confusiones emocionales, etcétera. Por esto último, en el proceso de enamoramiento, también cabe hablar de falsos enamoramientos. Por ejemplo, cuando se identifica erróneamente a la persona con una (o alguna) de sus características, pero con el paso del tiempo se toma conciencia de que en realidad se trataba de un mero deslumbramiento, es decir, la persona no era lo que parecía ser. También se puede dar un falso enamoramiento por falta de profundidad en la relaáón. El hombre o la mujer se enamoran, pero al paso de pocos días, semanas o meses, ese flechazo desaparece sin dejar rastro. En este caso no estamos ante el enamoramiento, sino ante una atracción fuerte, donde se descubre que la vida entregada a la persona que se creía amada no tiene sentido

Una última manifestación del falso enamoramiento es cuando la persona se enamora auténticamente, pero de la persona equivocada, dado que no somos correspondidos. Estas situaciones no deben atribuirse a la inmadurez o irresponsabilidad de la persona enamorada, ya que, como hemos dicho, el enamoramiento no depende siempre de la voluntad. En tal caso, “alguien puede enamorarse de otra persona aunque no quiera y, de igual modo, le puede resultar imposible dejar de amar a alguien, aunque sepa que se trata de una relación imposible y equivocada”. En suma, el verdadero y auténtico enamoramiento es aquel en donde las personas que sentimos amar resultan esenciales en nuestros proyectos de vida, sobre todo cuando empezamos a dejar de ser uno mismo, para pasar a ser con el otro (un nosotros). En este momento preciso hemos dado lugar al amor, que, como dice Finkielkraut, surge cuando se conjuntan “la apoteosis de la preocupación por uno mismo” y “la preocupación por otra persona llevada a su paroxismo”.138 Sólo así podemos hablar de una ética del amor propio como amor a los demás.



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